Un gran rey cruzaba el desierto y lo seguían sus ministros...
Depronto uno de sus camellos volcó, rompiéndose el baúl que cargaba.
Una lluvia de joyas, perlas preciosas y diamantes cayó sobre la
arena. El rey dijo entonces a los ministros:
-"Yo sigo adelante, ustedes pueden quedarse aquí y todo lo que
recojan será de ustedes".
Durante media hora el rey pensó estar viajando solo y cuando miró
atrás se da cuenta de que viene uno de sus ministros. El rey le
pregunta: "¿Qué no te importan las perlas y los diamantes?; Podrías
ser rico toda tu vida".
A lo que el ministro responde: "Me importa más mi rey que las cosas
de mi rey".
¡Ama a Dios sobre todas las cosas!… Deuteronomio 6,5 – Mateo
22,34 – 1ra. Juan 4,19.
Cuantas veces vemos como se "difunde" a Dios como un proveedor de
cualquier cosa, menos de amor o compañía. Y vemos enormes campañas
televisivas internacionales para recaudar dinero para "la obra de
Dios", dejando muchas veces de lado al mismo Dios y perdiendo
valiosos días, horas o minutos que se pudieron usar para mostrar el
amor de Dios para en cambio, dedicarse a pedir dinero para sus cosas.
¿Y de qué sirve construir el más grande de los templos si se ignora
o se desconoce a quién debe habitarlo?.
Cuán fácil es perder de vista el objetivo primordial de llegar a
conocer a Dios personalmente, y dejarlo de lado por estar sumidos en
todas las cosas de Dios… pero sin Él.
Recordemos ante todo que el amor por el dinero y las cosas del mundo
es el origen de todos los males, como lo dijo el apóstol Pablo. Y
notemos que NO dice que el dinero sea lo malo, sino "el afán" por
conseguir más dinero.
No perdamos la riqueza de compartir con Dios por quedarnos
recogiendo bienes que a la larga no son más que pasajeros.